Mira a su alrededor: sola en un aeropuerto, sola ante el despegue y la despedida. Sola. La gente fuma amuchada en un cuarto de vidro, le parecen ratas de laboratorio. Fuman apoyados contra la pared, fuman sentados; todos con un aire fugitivo. Se sienten observados; ella está tan cansada que los examina con su mirada dura sin más y deja el juicio a la vista.
Camina con letargo por un pasillo marrón e interminable, pisos de goma y azafatas argentinas. Intenta dormir en un sillón, una pareja de españoles juegan al nintendo juntos, ella con una remera de Hello Kitty y el enamorado. Le parece cruel, no quiere mirarlos de lo bellos que son. Se siente sola.
Se sienta en el bar Blue Sky con un vale en la mano; a cambio le dan una gaseosa y un sandwich de hace una semana. Se le revuelve el estómago, mejor dicho, se le revuelve la mente. El patetismo de la imagen del queso endurecido y blanco es demasiado. Quiere llorar, no puede. No pudo en todo el día, ni después de horas de gritar y patalear ante empleados negligentes.
Le espera una noche larga en otro aeropuerto hostil y también marrón. No puede comer, no puede pensar, no puede soltar. Vaga por los pasillos con cierto goce macabro de quien se sabe próximo a la hoguera y por ende próximo al fin. Pero sabe que no es así y eso la enoja más.
Está harta de esperar y del vacío; de a ratos siente que su actual situación no es más que una alegoría de su vida. Deambulando por un aeropuerto, intentando salir y siempre volviendo. Atravesando océanos por sus falsos amores y su falsa tenacidad que no es más que miedo.
Observa otras personas que también vagan con una valija en la mano, como perdidas, mirándolo todo y a la vez mirando nada... Llaman a los pasajeros de Iberia, Giménez y Walter, Walter y Giménez. Se pregunta por qué siempre termina sola en un aeropuerto anónimo y desculturizado, aséptico. De pronto le parece que de noche estos lugares son siempre así: todos los sueños decolaron y no queda más que cenizas de cigarillos y personas vestidas de azul. Templos de melancolía, de desarraigo, luces blancas que cegan, música estridente. Vacuidad.
Necesita sentirse amada y dejar de escapar.
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