All these accidents that happen, follow the dot, coincidence makes sense only with you, you don't have to speak, I feel emotional landscapes, they puzzle me, then the riddle gets solved and you push me up to this state of emergency, how beautiful to be, state of emergency is where I want to be.

martes, 18 de septiembre de 2007

Py

Hoy conocí la famosa desidia de los tribunales de Comodoro Py. Me citaron a declarar en una causa contra un partido político fantasma. Fue en el juzgado federal penal del famoso Dr. Norberto Oyarbide (en algún momento fantasée con cruzarme con el magistrado o con Canicoba Corral -me caben sus gafas-, pero me quedé con las ganas). Pasé por al lado de su oficina y por la ventana vi unas manos de mujer hojeando el diario muy tranquila. Clásico. Los vidrios estaban semi polarizados.
La secretaría 10 quedaba, obviamente, al fondo a la derecha, y era prácticamente un basural. Me pregunté cómo la gente puede trabajar en esas condiciones. En mesa de entrada me atendió un chico con camisa rosa Dior y corbata estridente y tornasolada. El pelo inmaculado de tanto producto capilar y las manos blancas. Cómo se esforzaba!
Una media hora después me invitaron a entrar.
Pedro, así se llamaba el joven y colorido secretario, me explicó como si yo fuera una criatura de 5 años en qué consistía el tema. Ya en 2003 me había presentado ante la justicia electoral indignada por una citación del Partido de los Jubilados, o algo así, y del Partido Conservador Popular, a los que alguien perniciosamente me había afiliado sin mi conocimiento. Nunca supe cómo había ido a parar mi firma ahí.
El hecho es que hoy, cuatro años después, se inició "la investigación" (!) asique me llamaron para ratificar mi desconocimiento de la afiliación y de los responsables del partido. Pedrito me mostró una ficha en la que decía que Inés María España es una mujer casada y arquitecta. Luego me dio una hoja en blanco y pidió que la llenase de firmas en columnas, frente y dorso, y sin descansar. "El perito necesita que sea así".
Unos minutos después, mientras escribía el acta, pobre ángel, vi que le temblaban los deditos; tenía un aire vacilante en todo lo que me decía y hacía. Seguramente su baja estatura le generaba algún tipo de conflicto. Y mi cara de mujer seria, asumida y sin tiempo no lo ayudaba.
"Qué edad tenés?"
"29"
"A qué te dedicás?"
"Soy periodista" (esa frasecita siempre hace que la gente te mire de otra manera, basta con decirla con cierta convicción que ya te miran serio porque piensan que tenés sentido crítico y capacidad de articulación).
Cuando terminó la audiencia lo saludé con un beso, me pareció que habíamos hecho un vínculo y quise agradecerle su buena atención.
A la salida, lluvia torrencial de por medio, me topé con cuatro o cinco camiones de TN, Crónica y Canal 26. Periodistas y algún que otro abogado con pinta de chanta se amuchaban abajo de una parada de colectivo, tomando café con medialunas. No había una sola mujer a la vista. Los vendedores de café parecían chochos con sus changos cargados de termos y su clientela hambrienta.

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