Hoy mientras iba en el colectivo pensé que en los últimos diez años de mi vida muchas cosas cambiaron. Aunque no lo suficiente.
La imagen me partió el alma. Iban dos señoras, madre e hija, sentadas atrás del chofer. La más joven parecía preocupada y le agarraba la mano a la vieja. No hablaban y de a ratos me miraban. La señora llevaba ropa tejida de colores, enorme, y tenía las pestañas blancas. Tosía guturalmente pero bajito, de a ratos, y se podía ver como el rostro de su hija se iba poniendo cada vez más grave... Pobre viejita, pensé, toda arrugada con sus medias de toalla. Iban camino a algún hospital, tal vez el Italiano, no sé, pero parecía algo importante. Pensé en la mujer haciéndose cargo de su madre, cada vez más apagada, más niña, más bebé... me pregunté en qué exacto momento se produce ese extraño cambio, cuando uno lentamente vuelve a ser lo que fue en sus orígenes.
La imagen me partió el alma. Iban dos señoras, madre e hija, sentadas atrás del chofer. La más joven parecía preocupada y le agarraba la mano a la vieja. No hablaban y de a ratos me miraban. La señora llevaba ropa tejida de colores, enorme, y tenía las pestañas blancas. Tosía guturalmente pero bajito, de a ratos, y se podía ver como el rostro de su hija se iba poniendo cada vez más grave... Pobre viejita, pensé, toda arrugada con sus medias de toalla. Iban camino a algún hospital, tal vez el Italiano, no sé, pero parecía algo importante. Pensé en la mujer haciéndose cargo de su madre, cada vez más apagada, más niña, más bebé... me pregunté en qué exacto momento se produce ese extraño cambio, cuando uno lentamente vuelve a ser lo que fue en sus orígenes.
Cuando bajaron la señora mayor se acomodó sola. Me imaginé que ya estaría acostumbrada a lidiar con todo; la gente como ella trabaja, apenas llega a fin de mes y con suerte duerme. Tenía las manos callosas, oscuras, gastadas. Me enojé. Ultimamente percibo que la ciudad está llena de ancianos deambulando cansados y nadie se da cuenta.
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